Corazones Protectores - D.S. Williams
Traducido por Aurora Carranza
Corazones Protectores - D.S. Williams
Extracto del libro
De pie al lado del carro, observé impasible la casa, con mis brazos rodeando firmemente mi pecho en una pose de autoprotección. No estaba consciente de la postura que había adoptado pero Ash lo notó, colocando su brazo alrededor de mis hombros en un gesto reconfortante.
—Sé que no es mucho —comenzó a decir con duda.
—Estará bien —le aseguré con suavidad. Era una casa estrecha de dos pisos en un triste estado de deterioro, el revestimiento azul desvanecido estaba en extrema necesidad de una capa de pintura y las tejas necesitaban reemplazarse. Pese a su aspecto destartalado, la estructura parecía ser sólida, tenía una cerradura pesada y un picaporte visible en la puerta frontal.
Como si leyera mis pensamientos, Ash avanzó hacia las ventanas.
—Todas están aseguradas, Finn. Candados en cada ventana, cerraduras en cada puerta. Hay un sistema de alarma instalado, que conecta directo a la Oficina del Alguacil en el pueblo.
Por unos minutos, estudié la casa y Ash me escudriñó discretamente, aparentemente sintiendo la tensión que salía de mí en gran cantidad. Era evidencia tangible del estrés que había soportado, aprensión que no podía ocultar de uno de mis más queridos amigos.
—Vamos, te mostraré el lugar —ofreció. Siguiendo a Ash por las escaleras, me mantuve atrás mientras él abría la sólida puerta frontal y me condujo adentro. El interior de la casa era inesperado, la sala estaba reluciente y llena de muebles contemporarios, un sofá de piel de cuero leonado y dos sillones a juego. Las estanterías de roble estaban a cada lado de una ventana de imagen, con una vista impresionante al Atlántico que se movía con fuerza al fondo. Cortinas frescas colgaban en las ventanas y las paredes habían sido recientemente pintadas, dejando un ligero olor a humos de pintura aún perceptible. A la derecha de la sala había un comedor con elegantes muebles de haya que llevaban a una cocina destartalada. Aunque las encimeras estaban desgastados y las alacenas astilladas, la cocina era funcional. Más allá, un solario adjunto conducía a un balcón arruinado, el cual Ash me aseguró que era lo suficientemente fuerte, pese a su desvencijada apariencia.
Me guió al piso superior, donde la habitación principal estaba cómodamente amueblada, y el baño obviamente había sido renovado, con azulejos frescos, pintura y accesorios. Las otras dos habitaciones estaban llenas de latas de pintura, pilas de piso de madera y los restos y deshechos de renovar una vieja casa.
—El lugar se estaba colapsando cuando lo heredé de mis abuelos —Ash pasó su pulgar por su quijada, pensativamente mientras estudiaba la habitación principal—. Hice que contratistas reemplazaran el baño e hicieran algunas reparaciones en la estructura. El resto es un trabajo en progreso, cuando puedo permitirme un fin de semana libre para volar hasta aquí.
Le lancé una mirada, una rápida apreciación que capturó la incertidumbre de sus ojos. Me apresuré a asegurarle:
—Es genial, Ash. Perfecta.
Ash pasó sus dedos a través de su cabello, observándome con duda.
—Quédate aquí tanto tiempo como quieras, Finn. No vengo aquí muy seguido y el lugar se queda solo la mayor parte del tiempo. Estarás a salvo aquí —Sus ojos café lucían preocupados, finas líneas arrugaban su frente—. El sistema de seguridad se encargará de que nadie ingrese.
Alcanzó a distinguir el brillo de ansiedad en mis ojos antes de que dejara caer un velo de compostura sobre mis facciones.
—Lo aprecio —dije suavemente.
Ash maldijo por lo bajo, yo sabía que odiaba verme así. Habíamos crecido juntos y nos habíamos convertido más en hermanos que solo amigos. Ash, mi hermano Bryan y yo vivíamos en la misma calle cuando niños, creciendo en los suburbios de Chicago. Ash y Bryan se habían odiado al inicio, pero cuando un pequeño desacuerdo terminó en una pelea a puños sobre una disputa juvenil, fui yo quien había intervenido como árbitro. Una niña de cuatro años regañando a dos muchachos de catorce años. Fue un momento crucial para Ash y Bryan, que cambiaron un odio mutuo en una profunda amistad, la cual se extendió por dos décadas.
Incluso ahora, tenía problemas para recordar por qué se desagradaban el uno al otro en primer lugar. Había habido diferencias de cultura, con Ash proviniendo de una familia de descendencia Americana Japonesa y Bryan y yo siendo puramente Americano Irlandesa. Eran amigos incongruentes desde el inicio, Ash tenía la piel oscura, cabello negro azabache y ojos de color castaño chocolate; Bryan era pecoso y bendecido con ojos azul cielo y flameante cabello rojo, sinónimo de una ascendencia Irlandesa. Por suerte, para mí, yo había perdido ese legado en particular.
Siendo niños, Ash y Bryan habían tenido una estatura y complexión similar, pero cuando cumplieron quince las similitudes terminaron abruptamente cuando Bryan alcanzó la enorme altura de un metro noventa, mientras que Ash estaba decepcionado por su máxima estatura de solo un poco más de uno setenta y cinco. A pesar de sus diferencias físicas, ambos hombres compartían una habilidad equitativa de atraer a las mujeres, pues ambos tenían rasgos atractivos y cuerpos bien musculosos, perfeccionados debido a las horas de ejercicio físico.
Su amistad continuó a lo largo de la preparatoria y la universidad, antes de unirse a la academia de policía, juntos. Cimentando su amistad mientras trabajaron subiendo de rango, su promoción a Detectives fue simultánea. Sus caminos se diversificaron desde ese punto, Ash ingresó a Homicidios mientras Bryan ingresó al duro mundo del trabajo encubierto con el Escuadrón Antivicio. Durante meses, él desaparecía en las áreas más sórdidas de Chicago, sumergiéndose en el vientre de la ciudad ventosa.
Un dolor familiar se revolvió en mis intestinos cuando pensé en Bryan, y observé discretamente a Ash, observé mi dolor reflejado en su expresión. Era una agonía que él sentía profundamente, la pérdida de un amigo que había sido como un hermano. Hice una mueca de incomodidad, apretando mis brazos con más fuerza alrededor de mi pecho. Era un gesto común en estos días, un intento de mantener mi frágil psique en una pieza.
El sonido de la bocina de un carro rompió la quietud y yo inhalé de forma entrecortada, el sonido me hizo saltar. En estos días odiaba los sonidos fuera de lo ordinario, eventos inesperados, los cuales se combinaban para romper mis frágiles nervios. Ash sonrió de lado y tiró de mi mano gentilmente, tomándola entre la suya.
—No te preocupes, sé quién es —Me dirigió escaleras abajo y hacia el pórtico, donde dos carros se habían estacionado atrás del ‘Chevrolet Equinox’ de Ash.
—Hola muchachos —Shep se estiró a la par que salía del auto, tensando sus brazos musculosos. Su oscuro cabello ondulado voló frente a su cara cuando la brisa del mar lo atrapó, enmarcando sus sorprendentes rasgos—. Cielos, Ash. ¿No podrías haber elegido cualquier lugar más lejos de Chicago? —Shep me atrapó en un amistoso abrazo, besando mi mejilla y revolviendo mi cabello—. ¿Cómo te va, gatita? —preguntó.
—Estoy bien —murmuré.
—No lo estás —contrarrestó Shep suavemente—. Pero lo estarás, Finn —Me ofreció una sonrisa afectuosa y revolvió mi cabello una vez más, como si yo aún fuera una niña —. Lo estarás.
Fue difícil no llorar de alivio cuando mi mejor amiga, Shelby, descendió del segundo carro, junto con su novio Taylor Deveraux. Shelby se precipitó hacia mí, de forma increíblemente elegante con sus tacones de aguja, y me apretó en un fuerte abrazo, sujetándome por un largo rato mientras yo luchaba por controlar las lágrimas que amenazaban con fluir. Cuando recuperé algo de compostura, la observé con incredulidad.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Shelby observó la vieja casa y no se molestó en ocultar el desdeño en sus ojos celeste.
—Cuando Ash insistió en traerte aquí, tenía que venir y asegurarme de que estuviera bien. Volamos con Shep hacia Boston, contratamos unos carros ahí —Frunció delicadamente su nariz y observó el exterior que se desmoronaba—. No es el Hilton, eso es seguro.
Incluso mientras la regañaba, no pude evitar sonreírle:
—Shelby, no seas grosera. Está bien.
Shelby levantó sus cejas.
—Es el trasero del fin del mundo, eso es lo que es —Ella observó a Ash, quien le miraba con una sonrisa divertida. Se conocían desde hacía años, desde que Shelby y yo nos conocimos en la primaria y Ash estaba muy acostumbrado a la personalidad mordaz de Shelby y su forma tan directa de tratar las cosas—. ¿Cuánto tiempo vas a hacerla permanecer aquí en Hicksville, E.U.?
No fallé en notar la mirada que Ash y Shep intercambiaron, ni el preocupado ceño fruncido que cruzó la frente de Shep antes de borrarlo sutilmente.
—Hasta que esté seguro que está a salvo —anunció Ash, con decisión—. Ahora deja de quejarte, Shelby. Massachusetts no es un lugar lejano.
Shelby sujetó mi brazo firmemente y me guió hacia la casa, dejando a los perplejos hombres atrás.
—Yo seré quien juzgue eso.
Shelby paseó por la casa desde arriba hasta abajo, mientras Ash y Taylor se dirigieron a la casa con cajas de la cajuela del carro de Shelby
—Traje todo lo que pensé que necesitarías mientras estés aquí —anunció, mientras descendía de las escaleras—. Algunos de tus libros, ropa, unas cuantas de tus películas favoritas —Llegó al pasillo y dirigió a Ash y a Taylor sobre dónde poner las cajas—. Cosas que te hagan sentir más en casa —Colocó sus manos sobre sus caderas vestidas de mezclilla y fulminó con la mirada a Ash—. En serio, Ash, ¿no podrías haberla llevado a una de esas… cómo se llaman? ¿Casa de seguridad?
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