Traducido por Elizabeth Garay
El Yunque - Christopher Coates
Extracto del libro
Prólogo
Se formó hace eones. Poco después de que el universo comenzara a existir. Pasó generaciones orbitando una estrella distante antes de que algo cambiara y de que algo sacara a este simple cometa de su órbita y lo enviara como un rayo mucho más lejos en la galaxia de lo que nunca había estado jamás.
A lo largo de los siglos, su camino fue impulsado de una forma u otra por los campos gravitacionales de las estrellas por las que pasaba. Durante su trayectoria, algo sucedió. Tal vez chocó con otro cuerpo celeste y adoptó algunas de sus particularidades. Quizás otra civilización había arrojado desechos mortales por donde pasó. Nadie lo sabrá nunca. Pero este simple, pero gran cometa interestelar, pasó de estar compuesto únicamente de roca, hielo y vapor de agua a tener otra cualidad. Una que nadie entenderá jamás.
Ahora emitía cantidades masivas de poderosa radiación. Algo que normalmente no se ve en los cometas. Viajaba a más de 80,000 kilómetros por hora. Fue así como esta bola de hielo mortal estaría pasando muy cerca de un pequeño mundo habitado.
Los habitantes de este mundo lo vieron venir, y algunos incluso entendieron el peligro que enfrentaban. Pero no había nada que pudieran hacer. Nada más que una vez pasado el peligro, se prepararan para su reconstrucción.
Cuando nadie va a sobrevivir, ¿qué se hace?
De "El Arca" de Christopher Coates
Capítulo 1
El presidente Daniel Anson se quedó mirando por las ventanas a prueba de balas de la Oficina Oval. El mundo estaba al borde de la destrucción, y aquí estaba él. Daniel era el líder político más poderoso del mundo y no podía hacer nada. Peor aún, para evitar el pánico, tenía que ocultar esta trágica noticia a las personas a las que había jurado servir. Nunca se había sentido más solo e inútil.
La primera vez que se había enterado del desastre inminente había sido aproximadamente hace un año, cuando solo llevaba unas pocas semanas en su segundo mandato. De lo cual estaba agradecido. Hubiera sido impensable tratar de manejar esta situación, que ya era bastante mala, intentando realizar su campaña de reelección al mismo tiempo.
Esta mañana, el presidente había pedido que lo dejaran solo hasta su próxima reunión de las 9:00 a.m., cuando todos sus visitantes estuvieran presentes. Eso le había dado casi diez minutos completos de tiempo de tranquilidad para contemplar la situación y tomar las decisiones de los próximos meses.
El teléfono de su escritorio vibró y una voz dijo:
—Señor presidente, el general Draper y su grupo han llegado.
—Gracias Liz. Hágalos pasar.
Un agente del servicio secreto abrió la puerta, hizo una revisión visual de la habitación y luego permitió que el trío entrara. El primero en hacerlo fue el general Draper, que era el presidente interino del Estado Mayor Conjunto. El general, de sesenta y tres años, medía ciento noventa y tres centímetros y era relativamente delgado. Su cabello en retroceso dejaba visible una gran cicatriz en su frente.
Después del General estaba el Consejero de Seguridad Nacional. Jeremiah Baker, un hombre afroamericano de sesenta años y exsenador de Virginia. Tenía una amplia experiencia en áreas de defensa nacional y política. Había pasado veinte años como oficial en el Cuerpo de Marines y luego otros ocho años en el Senado, parte de ese tiempo como presidente del Comité de Servicios Armados del Senado.
La última persona en entrar fue Dennis Roberts. Dennis era el subdirector de Seguridad Nacional. Dennis también había sido militar y había pasado ocho años en la inteligencia del ejército antes de ser transferido a la Agencia Central de Inteligencia. Mientras estuvo en la Agencia, sirvió durante más de una docena de años y se distinguió en varias ocasiones. Había ingresado a Seguridad Nacional estrictamente para hacer frente a la crisis actual.
—Caballeros, por favor, entren y tomen asiento. ¿Dónde está el general Fitch? —preguntó el presidente.
—El general Fitch está ocupado, señor, y dado que esta reunión tiene un alcance limitado, le instruí que continuara con su trabajo —explicó el general Draper.
El presidente asintió cuando los hombres entraron y tomaron asiento frente al gran escritorio. También él se sentó antes de continuar:
—Dennis, me alegro de verte de nuevo. Sé que cuando nos conocimos hace un par de meses, te lanzamos una bomba y te asignamos una difícil misión. Como saben, el general Draper, el Sr. Baker, y yo nos reunimos semanalmente en este proyecto. Me han mantenido al tanto de su progreso. Sin embargo, quería que los cuatro nos reuniéramos para ponernos al día acerca de su esfuerzo en el asunto y compartir cualquier idea que podamos tener.
—Entiendo, señor presidente. Ahora que he tenido algo de tiempo para comprender lo que está ocurriendo, creo que es seguro decir que contaremos con alrededor de 150 refugios subterráneos disponibles a tiempo. Estamos trabajando en doscientas ubicaciones, pero no creo que tengamos tiempo para completarlas todas. Los sitios son en su mayoría cavernas naturales o minas abandonadas. Lugares donde hay un suministro de agua limpia durante todo el año. Eso es necesario para el consumo humano y el enfriamiento del reactor.
—Dennis, si hay algo que cualquiera de nosotros pueda hacer para impulsar sus esfuerzos y tener más refugios disponibles, háganoslo saber. Cada refugio significa alrededor de mil vidas salvadas y una mejor oportunidad para que la raza humana se reconstruya.
—Ahora, ¿qué pasa con el proceso de selección? ¿Quiénes irán a las minas y cavernas, y cómo se seleccionarán?
Roberts asintió y explicó:
—Señor, estamos llamando al proceso de selección, el «Proyecto Yunque». Me sorprendió ver los detalles de los registros que Seguridad Nacional tiene sobre los ciudadanos estadounidenses. Comenzamos con los registros de impuestos. Eso automáticamente excluirá a cualquiera que no pague impuestos. Luego eliminamos a cualquier persona con antecedentes penales, de drogas o psiquiátricos. Dado que solo vamos a salvar a una de cada 10,000 personas, debemos seleccionar a aquellas que funcionarán bien y no causarán problemas mientras estén en un refugio subterráneo por un tiempo prolongado.
»También está el problema de los medicamentos. Si bien habrá servicios médicos disponibles en todos los refugios, incluida una farmacia, no podemos almacenar las necesidades de medicamentos recetados de todos los habitantes del refugio durante veinte años. Cualquiera que vaya a un refugio no debe tomar ningún medicamento diario.
»Entonces estamos tratando de ubicar a las personas que residen relativamente cerca de los refugios. Cuando llegue el momento de llegar a esas ubicaciones, habrá un gran esfuerzo logístico, y cuanto más cerca, mejor. Luego, estamos tratando de asegurarnos de que aquellos a quienes estamos albergando tengan habilidades valiosas. Elegiremos a electricistas o traumatólogos, antes que al limpiaventanas o al payaso de la fiesta de cumpleaños.
Hubo una breve risa ante el último comentario antes de continuar.
—También queremos familias. No nos servirá de nada si la mayoría de los habitantes ya no están en su mejor momento cuando los refugios abran en veinte años. Estamos tratando de incluir una amplia gama de orígenes étnicos.
—¿Por qué «Yunque»? ¿Significa algo? —preguntó el presidente.
—Señor, como sabe, los herreros usaban un yunque para tomar el hierro en bruto, machacarlo y convertirlo en algo útil. Estamos usando este proyecto para tomar a las personas que reunimos y formarlas en una nueva sociedad una vez que la radiación haya desaparecido —explicó Roberts.
—Está bien, me gusta eso. Ahora, ¿cómo funcionará cuando sea hora de ir a los refugios?
—Todos los que se apuntan a esto piensan que nunca pasará nada. La idea es que, en caso de una guerra nuclear, una pandemia u otros eventos devastadores, los llevaremos a los refugios. No les informaremos que ya sabemos la naturaleza del desastre y la fecha en que todo esto terminará. Recibirán los requisitos para empacar y un límite de cuánto pueden llevar, y luego seguirán con sus vidas. Con suerte, no pensarán mucho en estar en el Proyecto Yunque, pero sabrán que es real y urgente si reciben la llamada.
»Cuarenta y ocho horas antes del evento, los recogeremos y los transportaremos a los refugios. Parece que habrá algunas personas que iremos a recoger en sus hogares. Otros recibirán un mensaje de texto, indicándoles que se reúnan en un lugar específico. Todavía estamos trabajando en la logística. Ya hemos entrevistado y registrado a alrededor del cuarenta por ciento de los habitantes del refugio.
El presidente señaló a los otros dos hombres en la sala y dijo:
—Si necesitan algo, comuníquese con ellos de inmediato. No quiero que nada frene sus esfuerzos.
Los cuatro hombres continuaron discutiendo los detalles durante varios minutos antes de que finalmente terminara la reunión.
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