La Torre - Nicole Campbell
Traducido por JC Villarreal
La Torre - Nicole Campbell
Extracto del libro
Sentí la sensación de hormigueo provocada por su energía antes de verlo. Si hubiese sido alguien más, podría haberme relajado en el pasillo de los pañales, maldiciendo a mi madre por enviarme a hacer mandados hasta que él encontrara el ungüento de hongos que estaba buscando y seguir adelante. Pero no. No con Bobby Stecker. Sí, su nombre era en realidad “Bobby”. Legalmente. Como si fuera un bailecito en 1954. Afortunadamente, eso significaba que sus iniciales eran BS, y eso lo disfrutaba mucho.
No había escapatoria, así que respiré hondo y me preparé para cualquier comentario jactancioso que me hiciera hoy. Caminó pesadamente por el pasillo, nunca lucía lo suficientemente coordinado para su gran cuerpo. Su cabello estaba descuidado, y una vez que se acercó lo suficiente como para que yo respirara su hedor, olí levemente su aroma corporal Ah, me voy a desmayar.
"Hola, Bruja-Piruja". Sonrió ampliamente al decirme ese término que había acuñado desde el sexto grado. Este año sería su último, lo que significa que se le permitiría votar; me hizo temer seriamente por el futuro del país.
"Sí, Bull Shit, muy bien. Esas sí que riman". Ladeé la cabeza de la manera más condescendiente que pude para ocultar lo mucho que me irritó.
"Qué palabrotas. Muy inapropiado para un establecimiento familiar", regañó, usando probablemente la palabra más grande en su vocabulario para referirse al supermercado.
"Te das cuenta de lo que me acabas de llamar... ya no puedo con esto. Quítate de mi camino." Su aura, normalmente de color rosa, tenía un tinte naranja brillante, y vomité un poco en mi boca, sin querer siquiera imaginar lo que lo tenía sintiéndose, ah, hormonalmente energizado en ese momento.
"Te tengo un regalo. Pensaría que estarías agradecida, caramba."
Sólo cáete y muere, por favor. Ahora mismo. No creo que a mis guías espirituales les agradara mucho el asesinato, pero a veces, una chica tenía que preguntárselo. Se giró para tomar una escoba de su carrito, que de alguna manera no vi cuando se acercó. Me la dio, y como una idiota, la tomé. No podía comprender cómo la gente todavía encontraba cosas como esta divertidas. Reorganicé mi cara para que tuviera una expresión de confusión.
"¿Necesitabas ayuda para metértela por el culo?" La sonrisa se esfumó de su estúpida cara y por un momento me sentí victoriosa. Hasta que vi el corte estilo bob rubio que se acercaba desde la esquina unido a la expresión de desdén en el rostro de su madre. Ella podía ser la única persona a la que odiaba más que a Bobby.
“Qué cosa tan desagradable de decir. ¿Es ese el lenguaje que tu gente cree que es apropiado?" Ah. tu gente. Los adoradores del diablo que son todos paganos y brujos.
"Señora Stecker". Intenté decirlo bajo la pretensión de un saludo cortés, pero mi mandíbula estaba demasiado apretada para eso.
"Bobby, Amy Sue y yo estamos listas para irnos. Ni siquiera sé qué haces conversando con... ella". Sujeté fuertemente el carrito deseando más que nunca ser el tipo de bruja que podía mover la nariz y convertir a alguien en un burro.
"Sólo intentaba ayudarla", Bobby mintió mientras se iban.
"Bueno, eso es admirable, pero no podemos salvar a todos. Algunas personas están destinadas al infierno, hijo, recuérdalo." Estaba viendo rojo. Bueno, en realidad, vi marrón, porque ese era el color del aura de la mujer. Me mordí el labio para no maldecir como un marinero. El único resquicio de esperanza que pude encontrar en mi ira fue que Amy Sue no había estado allí para esa interacción. Sip. Amy Sue Stecker. ASS. Tratándose de una más de la familia, no podrían ser más adecuadas sus iniciales que significan culo.
Conté hasta cien para asegurarme de que se habían marchado cuando llegué a la caja registradora, pasé la caja de pañales de entrenamiento para Tristen en el carro, y fingí que iba a dejar que todo esto se me resbalara.
Me paseé por mi habitación esa noche con demasiados pensamientos, intentando recomponerme. Cuando llegué al armario, me di cuenta de que necesitaba un par de aretes diferentes, pero cuando miré en mi joyero, lo único en lo que podía pensar era en arreglarme el cabello. Afortunadamente, Reed estaba sentado en los escalones afuera de mi puerta y no podía criticarme por andar en círculos como un enfermo mental.
No importaba que tanto respiraba profundamente, no podía deshacerme de mi enojo. Me tumbé en la cama destendida, tomando un momento para templar mis pensamientos de asesinato. Envenenarlo podría ser gratificante. Poder verlo marchitarse lentamente. Este fue el único pensamiento mórbido que me ayudó a calmarme. Mientras miraba al techo, oí a mi mejor amigo suspirar dramáticamente desde los escalones y sonreí a pesar de mí.
Siempre me ha gustado el tejado inclinado de mi habitación en el ático. Ni siquiera me importaba que técnicamente no tuviera puerta, que mi armario fuera casi inexistente, o que el calor fuera a veces sofocante en el verano. Las vigas expuestas con luces colgantes me hacían sentir que el espacio contenía magia. En cambio, respiré y me concentré en eso.
Aunque trataba de no hacerlo, casi comenzaba a disfrutar de la progresión del nivel de molestia de Reed mientras esperaba a que me preparara. Había un patrón predecible de suspiros, golpecitos con los dedos, paseos y acostarse en los escalones antes de que se volviera completamente loco. Ya cuando pude pensar en una tarea a la vez, saqué un top blanco recortado y mi falda gris favorita del armario. Era larga y con volantes, y le había cosido una campanita, así que tintineo cuando camino.
"¿Es posible que te tardes aún más? Hablo en serio, por cierto. Me encanta sentarme en las escaleras como si tuviera doce años y nunca antes he visto a una chica en bra." Me horrorizaba la idea de que Reed viera a cualquier chica en bra. No era que quisiera que me viera en el mío. Era sólo...como sea.
"Deja de intentar convencerme de que te deje verme vestirme. Suenas como un pervertido.” Maldije bruscamente cuando se me enganchó el pelo en uno de mis siete brazaletes. Sí, siete. Más cuatro collares, seis anillos, cinco aretes y un pequeño diamante de imitación en mi nariz. "Ay, ay, ay".
"Si, vale. Voy a entrar,” anunció Reed antes de subir las escaleras. Sus ojos oscuros y de párpados pesados brillaron ante mi dilema. En vano, estaba tratando de desconectar mi cabello de un brazalete lleno de objetos aparentemente no peligrosos: una flor, un hada, un árbol, un gato y un pentagrama. No estaba exactamente segura de cuál se había adherido a mi tornado de cabello. Si pudiera, tendría a mi cabello en terapia. De verdad que tenía un trastorno de personalidad. El cuerpo alto de Reed se alzaba sobre mí mientras observaba el daño, y un aroma familiar de cítricos y cedro lo acompañaba.¿. La madre de Reed hacía jabones caro como uno de sus muchos pasatiempos, lo que significa que siempre olía a algo ... delicioso. Sin embargo, nunca le diría eso; ya tenía una gran opinión sobre sí mismo.
"Podrías cortarte el cabello, ¿sabes? Literalmente te quejas de ello todos los días. Desde que teníamos cinco años. Todavía te querría sin cabello". Hizo esta absurda sugerencia con una sonrisa mientras desenmarañaba gruesas hebras negras del pequeño gato plateado. Lo miré con desprecio aunque no podía verme. Espero lo pudiera sentir. "Tal vez entre y te lo corte mientras duermes".
Mis cejas reaccionaron ante la seriedad de sus palabras. "Juro por la tumba de mi padre que tomaría tus guantes de boxeo favoritos y dibujaría gatitos en ellos con un Sharpie plateado.” Me podía imaginar su expresión de pavor al pensarlo.
"Me perturba mucho tu amenaza", se quejó, finalmente tirando y liberando mi cabello. Corrí al espejo para ver si había algo que arreglar. Parecía que podíamos ser parientes Reed y yo. Teníamos el mismo color de piel aceitunado, ojos casi negros rodeados de pestañas gruesas y cabello rizado oscuro. El suyo le funcionaba a él un poco mejor que el mío para mí. Aunque a mi favor, yo tenía pechos y piernas más bonitas. "Número uno, tu padre no está muerto."
"Aún", sonreí dulcemente, volviéndome hacia él.
Reed suspiró. "Y número dos, nunca destrozarías mi alma tomando mis guantes de la suerte. Seguramente me he ganado más lealtad que eso. Y sé que todavía estás enfadada por lo de Stecker y la escoba".
"Número uno, creo que seriamente subestimas el tipo de efectos emocionales a largo plazo que tendría en mí el andar toda trasquilada. Pero está bien. Número dos, no menciones el nombre de él en mi presencia. Lo he procesado y he seguido adelante".
"Claro que sí. Es totalmente una mentira, pero me gusta el empeño". Sus ojos oscuros mostraban que se estaba divirtiendo, y mis pensamientos de asesinato volvieron. Habría sido difícil mentirle ya que era estúpidamente intuitivo. Me conocía desde hace mucho tiempo.
Suspiré e intenté hacer que mis palabras sonaran ciertas. No era el hecho de que lo de hoy hubiera sido algo nuevo, era exactamente que hoy no había sido nada nuevo. Estaba tan harta de existir dentro de los límites pequeños de este pueblo. Al menos la Luna Llena me podía distraer un poco. La última del verano siempre era la más divertida.
"Solo sé amable y no digas tonterías. ¿Podemos irnos ya?"
"Sí, sí. Con Rose fuera de la ciudad, no hay nadie que nos grite por llegar tarde.”
"¿Pero quién va a evitar que te grite cuando trates de coquetear con chicas con las que no deberías coquetear?" La media sonrisa que me dio sugirió que sabía exactamente de lo que estaba hablando. Solo sacudí mi cabeza y comencé a bajar las escaleras.
"Aw, Row, te prometo que solo coquetearé contigo toda la noche. No habrá necesidad de gritar ".
"No me refería a eso, Reed".
"Eres tan atractiva cuando te sientes incomprendida". Me detuve en seco al pie de las escaleras y le di un codazo en las costillas tan fuerte como para que fuera una broma. Se rió de todos modos y me siguió para irnos hacía El Círculo.
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