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Heredera De Las Cenizas (Los Archivos De Roxanne Fosch Libro 1) - Jina S. Bazzar

Heredera De Las Cenizas (Los Archivos De Roxanne Fosch Libro 1) - Jina S. Bazzar

Traducido por Andrea Ibarra

Heredera De Las Cenizas (Los Archivos De Roxanne Fosch Libro 1) - Jina S. Bazzar

Extracto del libro

Apenas había terminado de cortar cebollas para Paul cuando el cielo se abrió en dos.

Realmente no fue como un bum, pero más como si hubiese piedras gigantes cayendo por una colina. Como una avalancha gigante.

Enseguida tuvo lugar la lluvia torrencial de la cual he estado escuchando los últimos días. Un presentimiento me seguía llamando la atención, un sentimiento de que me estaba perdiendo de algo que debía saber. O ver.

«¿Necesitas algo más antes de que me vaya?». Le pregunté a Paul mientras colgaba mi delantal en un gancho y trataba de deshacerme de aquella sensación. Podía escuchar parte de la multitud de afuera dispersándose, yendo a casa para celebrar otro fin de semana con la familia, amigos, o para estar solos después de una satisfactoria comida; y la estruendosa risa de aquellos que se quedaban atrás por una bebida y los últimos chismes de la cena.

«Eso será todo», dijo él, dándome una sonrisa distraída sobre su hombro.

Entré a la oficina de Paul y tomé mi cartera, una enorme monstruosidad que mi amiga Michelle había tratado desesperadamente de destruir, pero dentro había cosas que no podía dejar atrás si tenía que irme apresuradamente. La revista del Dr. Maxwell también estaba adentro. Me había ayudado a entender muchas cosas desde que escapé, incluso si no había sido la que quería, y nunca iba a ningún lado sin ella.

Me colgué la cartera en mi hombro izquierdo y dejé que se bamboleara sobre mi lado derecho, lo más fácil si necesitaba correr, luego salí por la parte trasera del restaurante. La lluvia fue como una cortina de agua al frente de mí, bloqueando de mi vista todo lo que estaba a más de unos metros de distancia.

El agua ya se estaba amontonando en la calle, llevando hojas marrones que habían sido llevadas por la orilla hacia el sistema de desagüe.

Estaba increíblemente frío como para ser octubre, pero solo había estado aquí por tres meses así que no estaba segura si esto era normal para el comienzo del otoño.

Temblé involuntariamente y metí mis manos sin guantes en mis bolsillos. Me encanta el otoño, cuando los árboles pasan a ser de ese bruñido color dorado y los animales corretean para juntar recursos para el invierno, pero parecía que aquí, en este pequeño pueblo, el invierno ya había llegado.

Otro rayo de luz apareció, a pocos metros a mi izquierda, inmediatamente seguido por un ruidoso ¡bum! Y la cubeta de piedras gigantes cayendo por la montaña.

Y ese presentimiento volvió, y miré alrededor, sin encontrar nada fuera de lugar.

El restaurante de Paul estaba a solo dos cuadras de la posada de Marian y, en un día con buen clima, la falta de edificios altos en el medio me hubiera dado una vista clara de ambos. Me apresuré a la pequeña posada donde alquilé un pequeño cuarto en el segundo piso, preguntándome si a pesar del aguacero, Rodolfo (también conocido como Rudy), el alborotador local, estaría esperándome afuera de la puerta como lo hacía la mayoría de los días. Creo que la única razón por la que sus bromas no llegaban a ser acoso total era porque rechazaba todas las ofertas de otros hombres. Eso, y el hecho de que la mayoría de las personas del pueblo estaban siendo un poco sobreprotectoras, creyendo que me estaba escondiendo de un esposo abusivo.

A medida que mis largas piernas cubrieron la corta distancia, pensé en llamar a Michelle e invitarla para divertirnos un rato. Me había perdido de la emoción de salir con mis amigos durante mi adolescencia, en cambio la pasé encerrada en un cuarto en la sede de SCP. Tenía permiso de mirar el mundo a través de una televisión y leer sobre el a través de libros cuando no estaba en el laboratorio. A veces, me enviaban a la pequeña biblioteca donde recibía una educación rudimentaria, pero no se acercaba en absoluto a lo que hubiera aprendido si hubiera ido a la escuela.

Marian no estaba en su escritorio en la recepción, pero el bajo volumen de un programa de entrevistas y las luces de la televisión salían a través de la puerta entrecerrada de la oficina. Pasaría por ahí en la mañana para pagar el alquiler; sabía lo mucho que ella odiaba ser interrumpida mientras veía sus programas. Además, estaba empapada hasta los huesos y mi apariencia solo la obligaría a verter uno de esos horribles tés por mi garganta. Fui por las escaleras traseras en la esquina y fui a mi habitación, la última en el pasillo, diciéndome a mí misma que tomaría una muda de ropa seca, luego regresaría y secaría el camino de agua que dejé atrás.

En el momento que abrí la cerradura y fui por el interruptor en la pared a mi derecha, supe que alguien estaba adentro, incluso antes de ver a la figura sentada en mi cama. No era alguien amigable, tomando en consideración su aterradora aura inhumana. El pánico vino tan rápido, tan furiosamente, me paralizó en un instante. Todos los meticulosos planes que me había hecho repasar una y otra vez, incluso antes de haber escapado los cuarteles generales de la SCP para los momentos como este. Mi mente… desconectada.

Por un largo momento, mi miedo me paralizó. Sentí su helado apretón alrededor de mi corazón, haciéndose camino hasta el fondo de mi estómago y yendo arriba alrededor de mi cuello. Luego, él se movió. Pero no me atacó, en cambio él - ¿le dio vuelta a una página? 

La forma casual en la que se sentaba en mi cama, pasando las páginas de la más reciente revista de moda de Michelle como si aún no me hubiera notado, rompió a través de mi aterrorizada mente y expulsó el tejido paralizador que se envolvía alrededor de mis piernas. Mi primer instinto fue correr.

Pero, a pesar de lo rápida que soy, no estaba segura de que podría escapar de un vampiro.

Piensa, Roxanne, piensa. Identifica el peligro.

Observé su aura roja y morada, casi negra, e intenté ignorar la terrorífica niebla que nublaba mi mente para recordar lo que había leído en la revista científica del Dr. Maxwell. Rojo para un vampiro que se alimenta de sangre, y solo hecho para un vampiro que se alimenta exclusivamente de sangre. Deduje que la parte morada indicaba el tiempo que había sido un vampiro, asumiendo que una vez había sido un humano con una simple aura azul.

Una cosa era muy clara al ver su aura: era viejo. Muy viejo.

Mierda. Mierda.

Esto era una gran exageración. Era como lanzarle una bala de cañón a un mosquito.

Si corría, él me iba a perseguir. Los vampiros fabricados – especialmente los viejos – dejan atrás su humanidad una vez que pasan de estar vivos a ser muertos vivientes. A cualquiera que pasara mientras escapaba sería una presa más con la cual él podría jugar.

Especialmente la dulce, sobreprotectora Marian.

Parándome derecha, intenté ocultar el hecho de que estaba absolutamente horrorizada y entré en el cuarto, encendí la luz, y cerré la puerta detrás de mí. Creo que vi un trazo de algo - ¿respeto? – en sus ojos, pero quien sabe, pudo haber sido fastidio por no poder perseguirme por el pueblo. Pero de nuevo, él no sabía que yo sabía lo que él es, ya que leer auras no es una característica común, incluso entre los preternaturales. Quizás tenía una ventaja después de todo.

Solo debía encontrar la manera de utilizarla.

En un increíble intento de ser valiente, tiré la llave en el vestidor a mi derecha, crucé mis brazos sobre mi pecho – para nada impresionante debido a la manera en la que mis manos temblaban – y me recosté sobre la puerta con un gesto que imitaba “soy una brabucona”, pero en realidad era para no derretirme en un charco pegajoso, aterrorizado y temblante.

Una sonrisa burlona y condescendiente se dibujó en sus labios. Por primera vez, pude ver sus rasgos anormales.

Era flaco como un cadáver, tan flaco que parecía estar al borde de la demacración. O como un esqueleto muy bien alimentado. Estaba tan concentrada en su retorcida aura de dos colores que no había prestado atención a ninguno de sus peculiares rasgos.

Sus huesos – mejillas, cráneo, brazos y costillas – eran tan prominentes que se veía más como un esqueleto vestido con piel que cualquier otra cosa.

Y luego cambió. Justo al frente de mis ojos.

Moreno, flaco, guapo.

Su cabello era largo, enrulándose sin esfuerzo sobre sus hombros. Ojos verdes, una nariz flaca que había sido rota en algún momento de su vida humana, labios carnosos. Su cuerpo, el cual unos segundos atrás era todo hueso, ahora se veía bastante atractivo. Estaba completamente vestido de negro. Desde las puntas de sus botas brillantes hasta el cuello en forma de V de su camisa, todo era negro.

Me di a mí misma una sacudida mental, y por un momento, la imagen del vampiro guapo se quedó en mi mente. Por un momento, ambas imágenes se sobrepusieron. Tuve un dolor intenso sobre mis ojos y ahí estaba sentado el tipo demacrado de nuevo.

«¿Estás perdido?», pregunté, orgullosa de que mi voz no se quebró o tembló.

Sus ojos resplandecían fríamente, enviando un escalofrío a través de mi cuerpo. Y luego… se rio.

Una risa profunda, y sexy porque venía de su abdomen.

Ah mierda, lo estaba entreteniendo. Yo era una presa, entreteniendo al predador. Tenía que huir de él, poner bastante distancia entre nosotros.

Pero primero, tenía que distraerlo. De alguna manera, debía incapacitarlo, para que no me encontrara de nuevo. ¿Quizás pegarle lo suficientemente fuerte como para volverlo inconsciente mientras escapaba? Solo necesitaba acercarme más. En retrospectiva, me di cuenta lo tonta e inocente que fue esa idea.

Inclinó su cabeza a un lado en un gesto anormal que causó que mi corazón se saltara varios latidos.

Él no era para nada humano, una pequeña, aterrorizada voz chilló en mi cabeza.

Cerró sus ojos y respiró profundamente, una expresión de alegría se dibujaba en su cara.

«Lo suficientemente lista como para estar asustada». Me observó por un momento, sus ojos moviéndose lentamente sobre mi cuerpo. Fue como ser picada por hormigas de fuego. «Aun así, sigues de pie». Inclinó su cabeza al otro lado, desconcertado, un movimiento reptiliano.

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