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Mujeres de Escocia

Mujeres de Escocia

Traducido por Enrique Laurentin

Resumen del libro

"Mujeres de Escocia" es un fascinante viaje a través de la historia de Escocia, destacando el papel crucial que las mujeres desempeñaron en su desarrollo. Desde pescadoras hasta escritoras destacadas, estas mujeres, humildes y grandiosas, fueron protagonistas en momentos clave. Este libro revela la esencia de Escocia a través de sus inquebrantables mujeres, desde la Edad Media hasta el siglo XXI.

Extracto de Mujeres de Escocia

Cuando los romanos invadieron lo que iba a convertirse en Escocia, tuvieron que lidiar con un enemigo feroz que luchó con valentía, habilidad y un dominio de las tácticas de guerrilla que causaron muchos problemas a las legiones. Aunque tuvieron una victoria significativa en Mons Graupius en el año 83 DC, los romanos no pudieron conquistar esta tierra septentrional y eventualmente se retiraron detrás de la Muralla de Adriano. Pocas narraciones de testigos oculares relatan el tipo de personas que los romanos encontraron en los valles y las colinas, pero cuando Ammianus Marcellinus, un romano del siglo IV DC, conoció a los galos, un pueblo celta similar a los pictos de Escocia, dijo que eran "terribles por la severidad de sus ojos, muy pendencieros y de gran orgullo e insolencia”. Es una descripción que aún hoy puede ser apta para muchos escoceses. Sin embargo, aunque los romanos consideraban que los hombres celtas eran oponentes peligrosos, parecían tenerle un temor aún mayor a sus mujeres.

Marcellinus afirmaba que “una tropa entera de extranjeros no sería capaz de resistir ante un solo galo si éste llamaba a su esposa para ayudarlo”. Parece que estas mujeres eran "muy fuertes... especialmente cuando, hinchando el cuello, rechinando los dientes y blandiendo sus enormes brazos, comienzan a propinar golpes mezclados con patadas”. Como los romanos eventualmente derrotaron a los galos, pero no pudieron derrotar a los pictos, es concebible que éstos últimos fuesen aún más formidables.

La moral de las mujeres pictas parece haber escandalizado a los visitantes porque, según los relatos romanos, eran libres de hacer el amor con quien quisieran. El matrimonio entre los celtas era fácil y el divorcio tan simple que las bodas pudieron haber sido un acontecimiento anual. Sin embargo, también había concubinas legales, una segunda esposa que vivía junto a la primera, o principal, esposa. La ley permitía que una esposa principal celosa golpeara a la concubina, lo cual debió crear algunas relaciones incómodas. Sin embargo, parece que el concubinato fue una práctica muy común, a pesar de que el título de la segunda esposa era “adultrach”: la adúltera.

En el mundo celta existían hasta 10 formas diferentes de matrimonio, desde un conveniente enlace sexual casual hasta la unión permanente. Estos arreglos tuvieron un eco evidente aun en el siglo XVIII cuando el “Handfasting”, una forma de matrimonio a prueba, era común en Escocia, a pesar de la desaprobación de la iglesia. Hay una leyenda interesante en la que una mujer picta hizo el amor con el padre de Poncio Pilato mientras él estaba en una misión al norte de la frontera romana. Entre ellos procrearon al joven Pilato que más tarde se convirtió en gobernador de Jerusalén. Aunque la historia probablemente es apócrifa, ilustra la idea de la libertad sexual que gozaban las escocesas.

Pero, ¿quién se casaría con una de estas dominantes, feroces mujeres? Muchos, porque las mujeres celtas hicieron eco de la sociedad; la guerra y las disputas eran placeres mayores, por lo que una esposa dócil y humilde no habría sido una diversión ni un reto. Una mujer de poder y aserción era un socio igualitario en las aventuras de la vida.

Cuando no estaban luchando o amando, las mujeres celtas se envanecían de su aspecto físico. Parece que las mujeres celtas que los romanos conocieron tuvieron vidas cortas, la mayoría moría a sus veinte años, pero aprovechaban al máximo el tiempo que tenían. Se casaban jóvenes, alrededor de los doce años de edad, y aparentemente coqueteaban de manera escandalosa. Utilizaban colorantes extraídos de bayas para teñir sus cejas y pintar sus labios, y también enrojecían sus mejillas. Parece que estaban inmensamente orgullosas de su pelo trenzado, y guardaban sus peines en bolsas personales.

Las mujeres celtas usaban faldas a cuadros y tobilleras, collares y pulseras de oro o plata, tenían anillos en los dedos y en las orejas y atravesaban pernos decorados en sus cabellos. Las nobles llevaban torques elaborados alrededor del cuello y decoraban los broches que sostenían su ropa. Incluso se lavaban con agua tibia, un hábito que olvidaron muchos de sus descendientes urbanos, y eran muy cuidadosas con sus uñas. Es posible que las mujeres celtas calzaran sandalias, para poder mostrar los anillos en los dedos de sus pies.

De hecho, las mujeres celtas eran tan vanidosas que la ley exigía una multa a cualquiera que insultara su apariencia, ropa o maquillaje. La ley celta también prohibía a cualquiera mentir sobre la reputación de una mujer o insultarla. Si el marido se acostaba con otra mujer, una esposa celta legalmente podía matar a su rival de amor siempre y cuando ella cometiera el acto a sangre caliente. A la esposa se le concedían tres días entre descubrir el adulterio y despachar a la culpable; después de ese periodo se supone que su cólera se había calmado. No parece haber algo escrito sobre las relaciones posteriores con el marido; presumiblemente se besaban y se arreglaban una vez que ella había demostrado su amor.

Los hombres, en cambio, disfrutaban de la belleza y apariencia de sus mujeres. “Sus brazos eran tan blancos como la nieve de una sola noche y eran suaves y firmes; y sus mejillas limpias y encantadoras eran tan rojas como la dedalina”. Así dice la saga de Etain, del siglo VIII, la mujer más atractiva de Irlanda. La descripción elogiaba sus cejas, dientes y ojos, hombros tersos, manos largas, costados delgados y muslos cálidos. Concluía, “todas son encantadoras hasta que se comparan con Etain. Todas son hermosas hasta que se comparan con Etain”.

Así que estas mujeres asertivas no intimidaban a sus hombres, ni adoptaban hábitos masculinos para demostrar su capacidad; ambos géneros aceptaban y gozaban de las diferencias del otro. Las mujeres gozaban de igualdad legal con los hombres; poseían bienes y en la viudez se convertían en dueñas de los bienes de su marido. Las mujeres podían liderar a la tribu como reina o incluso como líder de guerra. Aunque no quedan registros de las reinas pictas, líderes como Boudicca de los Icenos, Cartimandua de los Brigantes y Medb de Connacht fueron poderosas reinas celtas. No hay razón para dudar de que sus contemporáneos pictos fuesen diferentes.

Parece que las mujeres fueron extremadamente importantes en la Escocia de la edad oscura. La mitología celta premia a las mujeres con habilidades, poderes y prestigio del que, tristemente, carecían en muchos otros pueblos. Las mujeres estaban profundamente involucradas en el culto espiritual del renacimiento, y las diosas como Morrigan, o Gran Reina, y Danann, la reina de los otros dioses, estaban en la cúspide del panteón celta. Es trágico que los pictos no hayan dejado un legado literario, sin embargo los gaélicos contaron historias sobre la gran Reina Medb de Connacht, mientras Cu Cuchlainn, el héroe de la edad oscura de Irlanda, se entrenaba en la Isla de Skye. Sus entrenadores, Scatach y Aife eran mujeres, y las leyendas galesas también hablan de escuelas de entrenamiento donde las mujeres instruían a guerreros masculinos. Las mujeres parecen igualmente importantes en la religión, donde druidas femeninos vestidas de negro resistieron el asalto romano contra Anglesey.

La tradición antigua sostiene que el nombre de Hébridas evolucionó del nombre Ey-brides o islas de Santa Brígida, que cuidaban a las islas exteriores. Santa Brígida originalmente era la diosa gaélica Brigit, hija de Dagda, patrona de los poetas. La leyenda dice que Brigit también era la diosa del fuego y solamente las mujeres nobles de nacimiento podían cuidar del fuego sagrado en sus templos. A estas mujeres se les conocía como "hijas del fuego". Con la llegada del cristianismo, Santa Brígida reemplazó a la diosa Brigit y comenzó un nuevo conjunto de leyendas en las Islas de Santa Brígida. El ostrero se convirtió en el ave especial de Brígida, el primero de febrero se convirtió en el día de Brígida y Brígida, a quien también se le conocía como "María de los gaélicos", se le consideró como la partera de la virgen María. Una encantadora historia popular relata que Santa Brígida encendió una corona de velas sobre su cabeza, para distraer a los buscadores enviados por Herodes tras Cristo. Una mujer tan vistosa y llena de recursos fue la elección natural para tener un santo celta, así que la iglesia cristiana fundó la orden de las monjas de Santa Brígida para erradicar el recuerdo de la diosa pagana Brigit. Estas monjas isleñas posiblemente fueron la primera comunidad de mujeres cristianas en Europa occidental. Con el tiempo, las mujeres cristianas se establecieron en otras partes de lo que se convirtió en Escocia, por ejemplo, con la abadesa Aebbe gobernando en Coldingham, al sureste del río Forth.

Escocia parecía producir un puñado de santas únicas. Una de las más antiguas llegó desde lo que ahora es East Lothian que, según la leyenda, fue gobernado por un rey pagano llamado Loth. El rey fue infeliz cuando su hija, Thenew, abrazó la nueva religión cristiana, y aún más infeliz cuando se prendó de un amante que no sólo era cristiano sino también de una clase social más baja. Fue inevitable que quedara embarazada y que su padre se diera cuenta. En aquellos días del siglo VI, la ira de un rey podía ser explosiva, y Loth ordenó a sus guerreros que lanzaran a Thenew desde los acantilados de Traprain Law. Tal vez porque la perseguían en aras de la virtud fue que Thenew aterrizó a salvo y en el lugar donde había caído brotó un fresco manantial. Sin inmutarse, el rey Loth siguió decidido a ejecutar a su hija, así que la colocó en un coracle y la empujó sin comida, agua ni remos en el Fiordo de Forth.

Segura de su fe, Thenew esperó el siguiente milagro. La marea la llevó a la isla de May y luego hacia Culross en Fife. Cuando Thenew vio una fogata en la playa, la consideró como un mensaje de esperanza del Señor y se acercó. Ella sabía que su momento estaba cerca y dio a luz a su hijo al suave calor de las llamas. Los monjes que cuidaban el fuego llevaron a Thenew con San Serf, quien adoptó al niño. El santo nombró Kentigerno al joven, que significa jefe supremo, o Mungo, que se traduce como hombre encantador, y cuando Kentigerno creció, él creó la orden religiosa que construyó la catedral de Glasgow. A la madre de Kentigerno, Thenew, también la santificaron, y se le recuerda como Santa Enoch.

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