Mundo Salvaje (Serie Babel Libro 1) - Jennifer Slusher, Linda Thackeray
Traducido por Katrin Vilela
Mundo Salvaje (Serie Babel Libro 1) - Jennifer Slusher, Linda Thackeray
Extracto del libro
“¡Tommy por favor! ¡Abre la puerta!”
Los gritos de Lisa ya no se podían escuchar a través de la puerta sellada herméticamente, sin embargo, era sencillo adivinar lo que ella estaba diciendo. Tom la miraba sin poder hacer nada, sintiendo cada golpe de sus puños contra la ventana como si fueran puñaladas en su corazón.
Una explosión se dio detrás de Lisa y arrojó una bola de plasma de fuego. En otras circunstancias, las columnas de fuego azul eléctrico que se acercaban a Lisa podrían haber sido consideradas hermosas, pero él ahora las veía con horror. Los otros que estaban detrás de ella murieron primero, sus cuerpos fueron devorados por las llamas con tanto poder que apenas si tuvieron tiempo de gritar antes de desintegrarse en una pared de fuego.
En ese momento Tom pudo ver el entendimiento en el rostro de su amada. En los pocos segundos antes de que el plasma la cubriera completamente, con un calor tan intenso que incluso su sudor se secó instantáneamente, Lisa asintió. Ella entendía y sabía. Dios mío, ella sabía…
… y ahora ella estaba muerta, consumida en llamas de color zafiro. A Tom le pareció verla gritar, pero no la pudo escuchar sobre el ruido de las llamas o la hermética puerta de seguridad. El cabello color dorado que él amaba acariciar cuando hacían el amor, ahora se quemaba dándole una aureola que ella juraba jamás poseería. Por un segundo parecía que las llamas con tono azul verdoso moteado le daban a su Lisa alas, antes de envolverla completamente. Un ángel convertido en una antorcha viviente con piel blanca ahora translúcida y quemándose demasiado pronto.
Tiempo después él se recriminaría a sí mismo el no haber actuado antes y ahorrarle a ella ese dolor, pero no es importante ya que el pagaría por su pecado cada noche, en sus sueños. No por haber fallado en salvarla, sino porque la dejó quemarse.
Ella lo sabía y, sin embargo, con su último aliento le había perdonado su traición.
“¡¡TOMMYYYYYYYYYY!!”
El Mayor Thomas Ian Merrick se levantó cubierto en sudor frío y temblando como un perro sin hogar con un persistente dolor de cabeza tratando de recordar en donde se encontraba. Por unos segundos, él pensó que seguía en esa nave en llamas, tratando de salvarla del fuego de plasma que consumía la cubierta de ingeniería. Al desaparecer la pesadilla, sus neuronas se reagruparon para recordarle donde se encontraba.
En un armario de suministros. O más bien, en su armario de suministros. En una pesadilla completamente diferente.
Él se había apropiado del pequeño espacio para poder tener un poco de privacidad, alejado del resto de la nave. La pequeña habitación apestaba a desinfectante y polvo, con espacio suficiente para sentarse o estirar las piernas. Su espalda estaba contra uno de los estantes y uno de los bordes se le clavaba en el hombro, pero la puerta podía cerrarse por dentro, y por eso justamente Tom lo consideraba su paraíso personal. Todo lo que le esperaba más allá de esa puerta era un infierno.
Él necesitaba un poco de soledad y, en esta nave, tan llena como estaba con los últimos restos de la civilización humana, la privacidad era un lujo que nadie tenía en abundancia. Porque cuando cruzara esa puerta se vería forzado a retornar al superpoblado y transformado espacio de carga, que compartía con el resto de su compañía. Antes el comandante de una compañía tendría asegurado sus propias habitaciones privadas, pero eso fue hace mucho tiempo ya. El espacio en cualquier nave de la flota era escaso y su comodidad no era una prioridad.
Aquí, rodeado de estantes llenos de líquidos de limpieza, trapos y demás suministros; Tom podía oír el zumbido constante del motor de la nave a través de las paredes. Hasta este viaje, él jamás se había dado cuenta de cuanto odiaba el molesto sonido que ahora se sumaba al caos que existía en las cubiertas de la nave.
Al menos aquí, él tenía un descanso del incesante sonido y; además, podía emborracharse y no pensar en Lisa, la mujer a la que él se vio forzado a sacrificar para salvar la nave.
Después de un tiempo, él se paró con un incómodo hormigueo que recorría sus piernas hasta que la sangre comenzó a circular normalmente de nuevo. Punzadas de dolor en sus sienes producto del alcohol barato que había estado bebiendo también había dejado la sensación de que un animal había muerto dentro de su boca. Apoyándose en uno de los estantes de acero empezó a buscar en el piso su camiseta gris manchada de sudor, la encontró y se la puso. Pasándose la mano por su cabello negro y cortado casi al ras, trato de arreglarse un poco, aunque no había mucho que arreglar en primer lugar. Él frunció el ceño después de inspeccionar su cara con sus dedos y darse cuenta de que necesitaba afeitarse urgentemente. Sin embargo, el agua, así como todo lo demás en esta nave estaba racionado a tal punto que una ducha de dos minutos era considerada un lujo y nadie se atrevería a sugerir siquiera usar un poco de agua para afeitarse.
Es probable que esa sea la razón por la que todas las mujeres visten pantalones largos y calzones de abuelita.
El pensamiento lo hizo reír hasta que salió del armario y se encontró con el caos de la nave.
En sus mejores tiempos, la HMS Rutherford fue una nave usada sólo para transporte militar. Ella trabajaba mandando soldados de un punto al otro del sistema solar, rastreando esos bastardos locos de Tierra Primero que estaban determinados a detener la colonización de Sol por cualquier medio necesario. Esto significaba normalmente, el tener que interrumpir las operaciones mineras en Calisto o las de Ananke Cluster mediante el uso de bombas y otros actos de terrorismo.
La Rutherford, también conocida comúnmente como Ruthie, tiene cuatrocientos metros de ancho y constaba de diez cubiertas con un EM-Drive de última generación capaz de viajar a la mitad de la velocidad de la luz. Aparte de transportar soldados, ella también lleva pasajeros y equipo desde la Tierra hasta las colonias además de tener una capacidad de tripulación de ciento cincuenta personas. Sin embargo, ella lleva actualmente setecientas personas.
Cuando Tom salió del armario de suministros chocó contra una de las setecientas personas que en su mayoría eran civiles refugiados de la Colonia Europa. Podría parecer que setecientas personas en los confines de la Ruthie es demasiado, pero es eclipsado por el número de personas que fueron dejadas detrás. El haber ayudado que embarcaran todas estas personas hizo que los rostros de aquellos que dejaron atrás se quedaran grabados en su memoria para siempre. Como cuando el sol explotó, evolucionando en una estrella Nova.
Apenas puso un pie en el pasillo, el ruido del exterior se elevó golpeando sus sentidos brutalmente. Un grupo de niños pasó corriendo enfrente de él, se detuvo a observarlos hasta que desaparecieron al final del corredor, parecían estar jugando de alguna manera en esta situación en la que se encontraban. Tom se estaba acostumbrando al ruido justo cuando el olor le llegó. Aun teniendo el sistema de ventilación funcionando a toda capacidad para mantener el ambiente fresco, parecía que nada podía detener el tufo de tantos cuerpos. Adjuntando eso con el racionamiento del agua y bueno…
Huele como un granero aquí, no era la primera vez que este pensamiento se le cruzaba por la cabeza.
Tom ya no notaba los objetos apilados contra las paredes y a lo largo de la cubierta cuando caminaba por los pasillos, las mamparas estaban convertidas en memoriales de aquellos que fueron dejados atrás. Los altares tenían fotografías, juguetes, recuerdos, nombres escritos en el acero, y notas dejadas por los dolientes que se encuentran aún en shock debido al nuevo orden mundial. Tom ya no veía sus caras, solo sus formas que desaparecen dentro de las paredes, como fantasmas vivientes.
Ellos a su vez le daban un amplio margen mientras pasaba, porque todo acerca de Tom Merrick decía, ‘aléjate’.
Tom mide un metro con ochenta y tres centímetros, su cuerpo está lleno de músculos mantenidos por años a punta de pura disciplina militar con la perpetua marca de una pequeña barba, que tenía aun cuando había agua disponible, y sus intensos ojos color avellana acentuaban su ceño. Y si eso no era suficiente entonces su uniforme ciertamente lo era. Tom era un militar y ellos eran considerados los más duros.
Para el resto era fácil asumir su carácter solamente basado por su apariencia, sin embargo, su simpatía acerca de la situación en que se encontraban hubiera sorprendido a todos. Tom perdió a sus padres antes de que la Tierra fuera destruida y él sentía algo de morbo por considerarse afortunado por este hecho. Su madre había muerto antes de que él se enlistara en el ejército y su padre apenas una década después. Él ciertamente se consideraba un verdadero afortunado no haber tenido que sufrir la pérdida de su familia como el resto en esta nave que fueron forzados a dejarlos atrás por falta de espacio.
Aunque para ser justos, si Johnno Merrick hubiera muerto cuando el Sol se convirtió en Nova, Tom no habría perdido el sueño. Johnno Merrick era ciertamente un maldito bastardo que merecía quemarse.
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