Soñando Con Molly
Soñando Con Molly - Extracto del libro
Capítulo 1
Sherri Lambert se despertó de otro sueño espantoso protagonizado por la rubia que lucía el vestido azul con cuentas. Empujó las sábanas, se sentó, y frotó sus arenosos ojos. El sol de la mañana se colaba entre las cortinas de encaje de la ventana de su habitación. Se movían con la suave brisa que a la vez traía el perfume de la madreselva de los setos cercanos.
Sherri escuchó el canto de un gallo de la granja que se encontraba calle abajo y giró su cabeza en dirección a la ventana abierta. Suspiró y pasó sus dedos por sus enredados rizos rojos.
Supongo que es hora de poner mi perezoso trasero en movimiento. Si no termino los últimos capítulos, mi editor enviará un equipo de asesinos a por mí.
Sherri, quien había escrito novelas románticas bajo el seudónimo «Whiskey Treat», le había dado los toques finales a su última entrega de la trilogía de Westerns que trataba sobre una maestra de escuela y sus aventuras románticas en el Viejo Oeste.
Había escrito la primera novela de la serie cuatro años atrás y había tenido la suerte de contratar a un agente bastante persuasivo que firmó contrato con una importante editorial de novelas de romance ubicada en Nueva York.
Sherri prefería escribir ficción histórica sin el enfoque romántico y sentimental, pero su agente la convenció de que modificara su historia original para convertirla en un romance de «felices por siempre» y con eso había ganado algunos premios. El agente había conseguido un contrato muy lucrativo para Sherri y había escogido un seudónimo más jugoso. Le había insistido que Sherri Lambert parecía un nombre demasiado aburrido como para ser de una autora de romances eróticos.
Así nació Whiskey Treat. Sherri pensó que era un seudónimo demasiado cursi; sin embargo, aceptó la propuesta de su agente. Había aprendido hacía mucho tiempo que discutir con agentes y editores era totalmente inútil.
Los personajes femeninos principales de Whiskey Treat solían ser rubias bonitas y de baja estatura que vestían de azul brillante. Eso se debía a que, desde que Sherri tiene memoria, sueña con una rubia guapa de ojos azules usando un vestido de cuentas de color azul brillante. El vestido de la chica no era de la época del lejano oeste, pero Sherri lo adaptó.
Sherri podía cerrar los ojos y ver a la niña como si fuera una vieja amiga o alguna pariente cercana. Sherri no tenía idea de quién era la chica y pensó que podría ser un producto de su imaginación causado por las viejas películas que veía con su abuela, ya que tenía un parecido sorprendente con la actriz Carol Lombard.
Sherri levantó sus piernas largas y desnudas de la cama y dejó caer sus pies sobre la gruesa alfombra del piso del dormitorio. Todavía recordaba cuando sus abuelos pusieron la alfombra a mediados de los setenta mientras Sherri seguía estudiando en la Escuela Secundaria de Barrett. La alfombra color dorado trigo se había desteñido hasta llegar a un color más opaco y estaba llena de pelusas, debido a los años de desgaste y el polvo de su pequeña granja. La abuela había estado tan emocionada de tenerla. Sherri todavía podía recordar la inmensa sonrisa de la mujer mientras acomodaba sus muebles. Ahora la alfombra se sentía vieja y rígida bajo sus pies.
No la extrañaré. Espero que los pisos de madera aún estén en buen estado.
Emmett y Brenda Lambert habían muerto en un accidente automovilístico el año anterior en la tarde de un domingo mientras viajaban a la ciudad para visitar el restaurante Dairy Queen. Habían llegado a la cima de la colina cuando se toparon con una cosechadora que venía por el medio de la carretera.
El médico forense del condado le dijo a Sherri que la pareja de ochenta años de edad probablemente había muerto en el acto y que no había sufrido. Había cerrado los ojos muchas veces e imaginado a su abuelo frenando a fondo con su viejo sedán Ford y a su abuela aferrándose al tablero con sus manos y gritando mientras avanzaban hacia el gran pedazo verde de maquinaria agrícola.
Sherri sabía que habían sufrido, aunque solo fuera por aquellos segundos en los que el terror seguramente fue agonizante. Los habían encontrado en los escombros tomados de las manos.
Luego del angustioso funeral, Sherri había regresado a Palm Springs, había acordado vender su condominio con un agente de bienes raíces, empacado sus cosas, y conducido un camión de mudanza con sus muebles y pertenencias para instalarse en la vieja casa de campo de un solo piso, donde había pasado tantos veranos felices de niña y también durante sus años de adolescencia.
Ella y sus padres habían vivido en un suburbio de Chicago. Sherry transcurrió sus recesos escolares junto a los padres de su papá en la granja ubicada en las afueras de Barrett. Después de que sus padres se divorciaron, cuando Sherri tenía doce años, se mudó a la granja de forma permanente y con el tiempo asistió a una secundaria en Barrett.
Luego de asistir varios años a grandes escuelas suburbanas, a Sherri le fue difícil adaptarse a la escuela rural más pequeña. En Wheaton, había estudiado con un programa de estudios avanzados para estudiantes superdotados.
En la pequeña escuela a las afueras de Barrett, sus logros académicos solo sirvieron para que los otros estudiantes la ridiculizaran, y pasó mucho tiempo llorando en el baño después de que la llamaran la «mascota del maestro» o la «sabelotodo de Chicago».
Sus abuelos no entendían su depresión o su «actuación», como ellos lo llamaban, cuando entró en la escuela secundaria. Había experimentado con el sexo, las drogas y el alcohol.
Eran los setenta, por el amor de Dios. Todos lo hacían. Fue la generación de «no lo rechaces antes de probarlo» y pensé que tenía que experimentarlo todo.
La secundaria había sido una lucha para Sherri en lo social. Nunca sintió que encajaba en ningún grupo. Ella era una niña inteligente, pero los niños inteligentes no eran populares, y Sherri quería desesperadamente ser uno de ellos. Ella tenía amigos en ese grupo, pero no eran amigos íntimos.
Sherri vivía en el campo y se había graduado de una escuela primaria rural. Quería ser aceptada por los pueblerinos de Barrett, pero nunca lo fue. La mayoría de los del grupo de los engreídos y de los chicos ricos del pueblo habían hecho de su vida un infierno.
Una de sus primeras novelas era un relato catártico de aquellos horribles días. La historia estaba ambientada en un pequeño pueblo de Colorado llamado Esperanza y tituló a la novela Esperanza perdida.
Había sido una de esas cosas que hace una escritora para superar el pasado. Esperanza perdida era una catarsis y el comienzo a tientas de la carrera de Sherri como escritora.
El libro se publicó por cuenta propia y se vendieron algunos ejemplares. No fue hasta que Sherri cambió su seudónimo por Whiskey Treat y republicó el libro, usando ese nombre, que comenzó a venderse. Las librerías agregaron sus libros autopublicados a sus estanterías y las ventas de Esperanza perdida incrementaron.
Deja de revolcarte en el pasado, Lambert, y levántate de una vez. Tienes trabajo que hacer o no habrá más libros en las estanterías.
Sherri entró en la cocina arrastrando los pies y comenzó a hablar con el señor Café. Había visto los anuncios de esas ingeniosas máquinas de café que llenaban solo una taza en la televisión nocturna, pero ella prefería hacer una cafetera llena y luego rellenar su taza, en lugar de comprar esas tacitas de plástico tan caras y tener que usar una cada vez que quisiera una nueva taza de café por las mañanas o mientras escribía.
Miró alrededor de la anticuada cocina y suspiró.
Este lugar necesita una remodelación mucho más grande que la que necesito yo.
En la mesa redonda de roble había un montón de catálogos y revistas de decoración de interiores. Sherri hojeó y luego dobló las esquinas de algunas páginas que mostraban cosas que le interesaban para la renovación de la antigua casa.
Después de mudarse a la vieja granja, Sherri había estado metiendo algunas cosas en el armario y por casualidad notó un pedazo suelto de un panel. Cuando se asomó detrás, encontró, para su asombro, una pared áspera hecha con troncos. Salió corriendo a la calle y arrancó algunos trozos del revestimiento de tejas marrón y encontró más troncos apilados con una argamasa de algún tipo. La antigua granja había sido originalmente una cabaña de troncos.
Sherri trato de pensar, pero no podía recordar si alguna vez sus abuelos le contaron sobre la casa o incluso en qué año se mudaron. Sabía que su padre había nacido allí y que fue a finales de los años treinta, pero pensaba que se habían mudado aquí desde Oklahoma antes de la Gran Depresión y La Gran Tormenta de Polvo que devastó el estado.
Sus abuelos siempre fueron muy esquivos sobre su pasado y después de haber sido ignorada varias veces, Sherri simplemente dejó de preguntar sobre la casa y la historia familiar.
Tal vez teníamos bandidos o gánsteres en nuestro pasado y no lo querían admitir. O tal vez había cuatreros o miembros de la Pandilla James o de la familia Lambert. Necesito hacer una de esas investigaciones de antepasados para averiguarlo. Quién sabe, puede que haya un libro por aquí en alguna parte.
Hacer un viaje a Barrett para investigar la propiedad estuvo en la lista de sus asuntos pendientes y quería cumplirlo en un futuro no muy lejano. Había decidido destruir el interior de la vieja casa y devolverla a su estado original como cabaña de troncos.
Programó una cita con una empresa especializada en la renovación histórica de cabañas, y esperaba con ansias la visita de uno de sus representantes mañana. Tenía los catálogos y las revistas a mano para mostrarle sus ideas.
Mientras esperaba a que se preparara el café, fue al anticuado baño para hacer sus necesidades. Echó un vistazo a los muebles amurados de porcelana color rosa y a los azulejos cuadrados de diez centímetros que hacían juego en la pared junto con la hilera de azulejos negros en la parte superior. Puso una mueca de asco.
Sin duda me alegrará mucho ver desaparecer toda esta mierda. No me importa si la cosa retro de I Love Lucy está de moda hoy en día. Odio esa moda.
Sherri abrió la ducha y se sacó el albornoz con un movimiento de hombros. Mientras el vapor se elevaba hasta los azulejos amarillentos del techo, suspiró con los recuerdos de sus queridos abuelos. Ambos habían sido fumadores empedernidos y todos los techos conservaban los restos amarillentos de décadas de humo de cigarrillo.
Sherri se secó una lágrima de la mejilla y entró en la bañera. Se relajó bajo el chorro de agua caliente, se echó un champú en el pelo y lo masajeó hasta que se formó espuma. Una ducha caliente por la mañana es uno de los pocos placeres más simples de la vida. Se enjuagó el champú del pelo y se aplicó un poco de acondicionador con aroma a coco. Después de enjuagarlo, Sherri se ocupó de su cuerpo con un paño jabonoso.
Mientras se lavaba la cara, notó una parte sensible en su mejilla y frunció el ceño, recordando el sueño de la noche anterior.
Su rubia bonita estuvo discutiendo con alguien. Había sido el mismo hombre ilusorio, pero Sherri no podía ver claramente su rostro, nunca lo pudo.
Recordó sus ojos enojados y oscuros mientras le gritaba a la chica rubia y echaba hacia atrás su enorme puño. Sherri recordó el golpe y también recordó los dedos ásperos alrededor de la garganta de la muchacha. La había estado asfixiando, a la rubia, y la había golpeado en la misma mejilla que ahora Sherri tenía sensible. Levantó su mano para tocar la sensible y ligeramente palpitante mejilla y frunció el ceño. Esto jamás había ocurrido en uno de sus sueños.
Cerró el agua, salió de la bañera y tomó una toalla. Se secó el cuerpo y luego se envolvió la cabeza con la gruesa y suave toalla. Luego, cogió su albornoz y deslizó de nuevo sus brazos dentro de él.
Con una mano húmeda, limpió la condensación del espejo del botiquín cromado y miró su reflejo en el vidrio humedecido.
Para su sorpresa, vio un moretón azul en su mejilla, y lo tocó suavemente con sus dedos. Mientras miraba su reflejo, se ajustó la parte delantera de su albornoz y jadeó cuando vio unas manchas púrpuras alrededor de su garganta. Parecían marcas de dedos.
¿Qué mierda...?
Sherri observó su reflejo más de cerca en el espejo lleno de rayas. Tocó las marcas con cautela y exclamó un sonido de dolor ante lo sensibles que estaban al mínimo contacto.
¿Cómo mierda me hice esto? Se tocó la mejilla dolorida. Supongo que puede que haya dormido con mi anillo presionándome la mejilla, pero ¿cómo demonios me hice las marcas de dedos en la garganta? Estoy segura de que no me ahorqué a mí misma mientras dormía.
Se quedó mirando al espejo, y entrecerró los ojos a medida que su vista empezaba a tornarse borrosa. Su rostro se distorsionó en el espejo húmedo y otro rostro se superpuso al suyo.
Un rizado cabello rubio y brillante que le llegaba a los hombros reemplazó su largo cabello rojo, mientras que, en vez de sus ojos verdes, otros grandes ojos redondos y azules la miraban.
Esto es demasiado raro. Me siento como si estuviera en medio de una mala película de ciencia ficción.
—No te pongas nerviosa, Muñeca —dijo la rubia—. Se desvanecerá en un día o dos y puedes cubrirlo fácilmente con maquillaje color panqueque si es que lo tienes.
Un repentino mareo se apoderó de Sherri al mover rápidamente su húmeda cabeza inspeccionando el baño para buscar a la persona que hablaba. El baño estaba vacío excepto por ella y el reflejo de la rubia en el espejo empañado.
Se sentó en el inodoro rosado antes de desmayarse para no arriesgarse a lesionarse seriamente con los macizos muebles amurados de cerámica del viejo y estrecho baño. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras ponía la cabeza entre las rodillas y miraba fijamente las pequeñas baldosas rosas y negras en forma de hexágono del suelo.
Juro que es todo este maldito color rosa. Podría vomitar solo con verlo. No puedo creer que la abuela haya puesto esta mierda aquí ni que el abuelo la haya dejado.
Por supuesto que lo hizo. La abuela había sido una mujer de su época y muy atenta a los deseos y necesidades del abuelo. Él nunca le había negado a su devota esposa nada de lo que ella quería.
Sherri pensaba que la relación de sus abuelos era el tipo de relación que la mayoría de las mujeres soñaba con tener. La pareja de ancianos llevaba casada sesenta y siete años cuando el accidente se los llevó, y ahora descansaban uno al lado del otro en el Cementerio Bautista del pueblo.
El matrimonio de sus padres solo había durado trece años. Sherri se había casado tres veces, pero ningún matrimonio había durado, y no tenía hijos. A menudo, pensaba que los interminables gritos y peleas de sus padres a causa de los amoríos de parte de él le habían dejado un amargo sabor de boca cuando pensaba en el matrimonio y en los cuentos de «felices para siempre».
Aunque pusiera su vida en ello, no podía descifrar cómo escribirlas. Había mucho para decir si tuviera buena imaginación.
Sin embargo, sus padres se mantuvieron en contacto. Su madre se volvió a casar, y se mudó a Georgia y había tenido otros tres hijos. Sherri los conocía, pero no demasiado. Intercambiaron tarjetas de Navidad y cada uno veía las publicaciones del otro en Facebook. Su padre se quedó en Chicago, se casó y se volvió a divorciarse. Lo había visto en el funeral de sus abuelos y en la lectura del testamento cuando Sherri heredó la propiedad.
—Este lugar debería ser mío —había protestado su padre—. ¿Ella para qué lo necesita? Vive en California y no le podría importar menos ese rancho abandonado.
—Y tú vives en Chicago —había contestado Sherri con lágrimas en los ojos—. Tata quería que yo lo tuviera.
Su padre le dirigió una mirada llena de rabia; la misma que le dirigía a su madre y que ella había visto de niña.
—Pero tú no la necesitas —gritó— y yo sí. Podría vender el maldito lugar a uno de esos estúpidos granjeros de aquí por una buena cantidad de dinero. Entiende que tengo otros hijos en los que pensar. Me gustaría tener algo para dejarles.
Sí, claro. Quieres el dinero para gastarlo en una de tus chicas. No te importan tus otros hijos al igual que nunca te importé yo.
—Es mía y me voy a mudar allí —había gruñido Sherri, tomando la decisión de dejar Palm Springs en ese mismo momento.
Desde entonces, no había hablado con su padre de setenta años y probablemente nunca lo haría de nuevo. Él había iniciado una demanda para impugnar el testamento, pero nunca llegó al juzgado.
Ojalá que uno de tus otros hijos se preocupe por enterrarte, papá.
Sherri respiró profundamente y apretó sus ojos con el objetivo de detener la repentina ola de náuseas. El olor a café llegó al baño y decidió que eso era lo que necesitaba y tal vez un bagel tostado. Su cena de la noche anterior había sido una taza de yogur y una lata de duraznos. Tal vez por eso había tenido pesadillas y se había ahorcado mientras dormía.
Necesito seriamente pensar en mejorar mi dieta.
Sherri entró en la cocina, tomó una taza que había robado de una Casa de Waffles en Texas y se sirvió un poco de café caliente. Dejó la taza sobre la mesa y puso una dona con cobertura en la tostadora. Pronto el sabroso aroma a cebolla de la dona se unió al del café y Sherri se dirigió al refrigerador de acero inoxidable de dos puertas y sacó la mantequera.
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